Un
capítulo de The Accidental Activist;
texto leído en una conferencia de 2009 en Chicago.
Una de las cosas que las personas veganas
desde hace mucho suelen olvidar es lo duro que puede resultar ser vegano en
nuestra sociedad. Yo lo he olvidado, en buena parte porque estoy casado con una
vegana, tengo una hija vegana y tengo literalmente miles de amigos y compañeros
veganos.
Pero si me pongo a recordar cuando me hice
vegano hace más o menos dos décadas, recuerdo lo duro que resultaba. No solo
por el hecho de encontrar comida vegana (aunque era bastante más duro en aquel
entonces), sino por vivir en un mundo no vegano. Finalmente había llegado a
darme cuenta de la brutalidad que tenía lugar de manera oculta, pero a mi
alrededor a nadie parecía importarle. Incluso peor, ¡se burlaban de mí y me
atacaban por ser vegano!, quiero decir, ¡no solo apoyaban esa crueldad sino que
me ridiculizaban por no comer animales!
Así que, cómo no, tenía que mostrarles lo
ético que yo era, cuánta crueldad podía eliminar de mi vida y hasta dónde
estaba dispuesto a llegar por los animales. Ser vegano se convirtió en mi
principal rasgo de identidad, y me obsesioné con justificar e idealizar el veganismo
(y, por lo tanto, a mí mismo). Los debates sobre el lenguaje, la filosofía y la
teoría llegaron a ser de vital importancia para mí. Tenía que participar en
cualquier acto de protesta que tuviese lugar, no importa lo lejos que tuviese
que conducir, que hiciera temperaturas bajo cero o que fuese arrestado. No
podía "dar la espalda" a los animales. ¡Así me entregaba a la causa!
Mucho me temo que si mi yo de 21 años se
encontrara con mi yo de 41, mi yo anterior sentiría asco de mi yo actual. El
joven Matt consideraría al Matt actual un cobarde intelectual, un vendido
patético, un traidor del veganismo. Me temo que no habría nada que pudiese
decirle para cambiar su parecer. Así de puro, cabreado y obsesivo era.
Pero a veces me pregunto qué le diría si tuviese
la oportunidad.
La lección más importante que he aprendido en
los últimos veinte años es que en el
corazón de lo que verdaderamente importa está el sufrimiento. En aquel
entonces, aunque estaba completamente seguro de saberlo todo, en realidad no sabía
nada sobre el sufrimiento. Desde entonces he contraído y padecido una
enfermedad crónica y he pasado por momentos en los que creí que iba
a morir, momentos en los que deseé morir. En aquel entonces me preocupaba
sobre asuntos abstractos, palabras y principios. Discutía sobre explotación,
opresión, liberación. No me tomaba el
sufrimiento en serio. Ahora, conociendo de verdad lo que supone sufrir, y
sabiendo cuánto sufrimiento hay en el mundo, todas mis preocupaciones
anteriores parecen, bueno... por decirlo de manera suave... ridículas.
No sé cómo podría transmitir esto a mi yo de
aquel entonces, quien nunca supo realmente qué era el sufrimiento. Aun así
ahora veo de manera clara que cuando tomamos una decisión deberíamos decidir en
base a qué nos lleve a la menor cantidad de sufrimiento. Esta es la cuestión de
fondo: que algo es bueno, justo y ético si causa menos sufrimiento que sus
alternativas.
Obviamente el joven Matt alardearía,
"¡Por supuesto que tomo decisiones éticas, por eso soy vegano!". Pero
esto es lo que no entendía en aquel entonces: lo que pongo en mi boca es solo una pequeña fracción de lo que
importa.
En aquel entonces, al estar rodeado de
personas que comían carne me obsesioné con las cosas que estaban bajo mi
control: mi pureza personal. Fue tiempo después cuando me di cuenta de que a
pesar de todo mi discurso sobre "los animales" en realidad me estaba
protegiendo y proyectando a mí mismo.
Me llevó literalmente años llegar a entender
que hay mucho más en la vida que mi propia pureza y mi propia rectitud. Pero
las cosas que tan obvias me parecen ahora (como la crucial importancia del
sufrimiento) nunca llegaron a calar a través de mi enfado y mi auto
convencimiento.
Como se suele decir, una persona inteligente
aprende de sus errores, pero una persona sabia aprende de los errores de los
demás. Otro error en el que solía quedar atrapado era "¡haz algo, haz lo
que sea!". Si tenía lugar algo "por los animales", yo tenía que
estar ahí. Nunca se me ocurría pensar en qué tipo de resultado constructivo
conseguiría la acción, cómo de efectiva era la acción, o qué podía hacer
alternativamente con mi tiempo y recursos. Solo pensaba en mostrar mi
dedicación, en expresar mi furia.
Pero por supuesto, las expresiones de furia no
van a conseguir la liberación animal. Finalmente llegué a entender que si
realmente me importaba algo más allá de para desfogar mi furia, mis acciones
tenían que formar parte de una estrategia razonada y lógica. Y que el plan
debía ser realista, no basado sencillamente en mis deseos y en mis
reivindicaciones de lo que "tenía" que ser. Dicha estrategia tiene
que asentarse en cómo es el mundo en realidad, aprendiendo de lo que nos enseña
la historia sobre cómo cambian las sociedades y lo que nos dice la psicología y
la sociología sobre la naturaleza humana y cuáles son nuestras capacidades en ese
momento (1, 2).
Resulta vital comprender nuestras capacidades.
No disponemos de recursos infinitos. En realidad tenemos extremadamente poco
tiempo y dinero, especialmente si lo comparamos con el de las industrias que
explotan a los animales. La mayoría de presupuestos de los grupos de base no
llegan ni al millón de dólares al año. Es cierto que el presupuesto de People for
the Ethical Treatment of Animals (PETA) es mayor, y que The Humane Society of
the United States (HSUS) tiene alrededor de cien millones de dólares anuales de
presupuesto. Pero comparemos con los de las empresas que explotan animales: en
2007, solo dos de estas empresas (Tyson y Cargill) tuvieron beneficios de unos
115 billones de dólares. ¡Billones, con "B"!
¡Ya solo sus presupuestos para
publicidad empequeñecen nuestros recursos!
Tras años de activismo sin objetivos y lleno
de furia, finalmente me di cuenta de que si de verdad me importaban los
animales tenía que maximizar la cantidad de resultados que obtenía con mi
limitado tiempo y recursos. Y que para hacer tal cosa, tenía que poner a un
lado mi ego y parar de centrarme en aquello que más me enfurecía. Por el
contrario, tenía que empezar desde las dos lecciones fundamentales que me
llevaron tanto tiempo aprender:
- El sufrimiento es inherentemente indeseable, y por lo tanto eliminar el sufrimiento es el objetivo final.
- Cada vez que elegimos hacer una cosa, estamos eligiendo no hacer otra.
He leído y debatido mucho, pero por mucho que
lo he intentado no he sido capaz de desprenderme de estas nociones verdaderas:
Eliminar
el sufrimiento es el objetivo final y cada vez que elegimos hacer una cosa
estamos eligiendo no hacer otra.
Mis principios provienen de estos dos hechos.
Mis objetivos fundamentales: eliminar tanto sufrimiento como sea posible. Todo
lo que hacemos proviene directamente de esto. Tomamos nuestras decisiones
basándonos en cuál nos llevará a la menor cantidad de sufrimiento.
Por supuesto hay mucho más que tener en cuenta
en términos de los cómo y los porqués del activismo más efectivo. Bruce
Friedrich y yo hemos sintetizado las lecciones de nuestras décadas de activismo
y de los conocimientos de cientos de activistas más en nuestro libro The AnimalActivist's Handbook.
A pesar de todo el horror y sufrimiento que
tiene lugar, si nos decidimos por actuar a largo plazo y estamos dispuestos a
destinar nuestro limitado tiempo y recursos al trabajo que se necesita hacer,
deberíamos ser profundamente optimistas. Si nos tomamos en serio el sufrimiento
y nos comprometemos con una manera efectiva de hacer activismo, cada uno de
nosotros puede generar cambios fundamentales cada día.
Por el número de víctimas que sufren y las
motivaciones tras esta brutalidad oculta creo que la liberación animal es el
imperativo moral de nuestro tiempo. Podemos ser la generación que posibilite
este enorme avance ético. Deberíamos disfrutar (¡Sí, disfrutar!) por la
libertad y la oportunidad que tenemos, ¡la oportunidad de formar parte de algo
tan profundo! Una vida dedicada a algo así resulta más significativa y feliz
que cualquier otra que pueda imaginar.
No tenemos excusa para esperar. Ponernos en
marcha de manera significativa y concreta por los animales no requiere más que
tomar la decisión. No necesitas hacer un grupo. No necesitas aprobar una ley.
Solo necesitas tomar la sencilla pero determinante decisión que cambiará tu
vida siendo parte de este trabajo vital.
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